Fins després i gràcies pel peix – Douglas Adams (160 pàgines)
Ja m’he llegit la quarta part de la trilogia de cinc llibres de l’autoestopista galàctic. Primer em vaig llegir el primer, Guia galàctica per a autoestopistes, que es senzillament genial, després vaig ser agosarat i em vaig l’últim Informe de la terra: Fonamentalment inofensiva. Llavors em vaig llegir el segon El restaurant de la fi del món, i ara m’he llegit el quart: Fins després i gràcies pel peix. I suposo que algun dia em llegiré el del mig, qui sap quant!
I de que va aquest? Doncs igual que els altres li passen un munt d’aventures sense gaire sentit a l’Arthur Dent i a en Ford Perfect, uns quants salts temporals, uns quants viatges espacials i algunes lectures d’alguns articles de la guia galàctic que ens ajuda a entendre aquest estrany univers.
De fet, en aquesta quarta part tampoc hi ha gaires viatges espacials, ni tampoc gaires salts temporals, ni masses aventures, això si, les que hi ha no tenen massa sentit, com ara l’aparició d’un robot gegant a Londres o l’excursió a un planeta remot per veure les últimes paraules que va escriure el creador en flames gegants.
I els fragments escollits del llibre són:
Arthur alargó la mano hacia lla lámpara de la mesilla, sin esperanza de que se encendiera. Para su sorpresa, lo hizo. Aquello gustó al sentido de la lógica de Arthur. Como la compañia de la luz le cortaba la corriente sin falta cada vez que pagaba el recibo, parecía razonable que no se la cortaran cuando no lo pagaba. Era evidente que, si les enviaba dinero, sólo llamaría la atención sobre sí mismo.
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Casi bailando, se dirigió al frigorífico, encontró las tres cosas menos peludas que había, las puso en un plato y las miró con atención durante dos minutos. Como en ese período de tiempo no intentaron moverse, las llamó desayuno y se las comió. Así eliminaron una virulenta enfermedad espacial que, sin saberlo, había contraído Arthur unos días antes en los Pantanos de Gas de Flargathon, y que de otro modo habría matado a media población del Hemisferio Occidental, cegado a la otra mitad y vuelto psicóticos y estériles a todos los demás, así que la Tierra tuvo suerte aquella ocasión.
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Los que deseen saberlo, que sigan leyendo. Los que quieran saltárselo, quizá deban pasar al último capítulo, que es muy bueno y sale Marvin.
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– En su mundo, la gente es gente. Los dirigentes son lagartos. La gente odia a los lagartos y los lagartos gobiernan la gente.
– Qué raro -comentó Arthr-, te había entendido que era una democracia.
– Eso dije. Y lo es -aseguró Ford.
– Entonces, ¿por qué la gente no se libra de los lagartos?
– Francamente, no se les ocurre. Todos tienen que votar, de manera que creen que el gobierno que votan es más o menos lo que quieren.
– ¿Quieres decir que efectivamente votan a los lagartos?
– Pues claro -repuso Ford, ecogiéndose de hombros.
– Pero -objetó Arthur, volviendo de nuevo a la gran pregunta-, ¿por qué?
– Porque si no votaran por un lagarto determinado -explicó Ford-, podría salir el lagarto que no conviene.
Nota:7/10