Diós hizo el mundo en siete dias y se nota – Luís Piedrahita (224 pàgines)
Per canviar d’aires i llegir alguna cosa diferent que no sigui novel·la he decidit provar amb una cosa diferent, un llibre de poesia. Hahahaha! No! No! ni que m’hagués tornat boig! Jo llegint poesia! Us ho imagineu? Hahahaha! ni a punta de pistola.
Es tracta d’una recopilació de monòlegs d’un dels meus monologuistes preferits, en Luís Piedrahita, un gallec amb molta gràcia explicant monòlegs. La seva principal característica es que fa monòlegs sobre coses quotidianes i senzilles com ara bosses de plàstic, escombres, la marca que deixen els gots a sobre la taula, etc. Evidentment escoltar un monòleg en directe guanya molt, encara que sigui només vist per la tele o internet també es molt millor que no pas llegit, però si ja saps com actua i mentre llegeixes i penses com ho faria ell encara té certa gràcia. I com dèlia abans es curtet i serveix per canviar una mica de registre de lectura. Au, ara ja puc tornar amb les novel·les.
Es complicat posa nota a un llibre que no sigui novel·la, així doncs li he posat una mica la nota al atzar.
Está el cubito de bolsa de gasolinera, ese cubito con conciencia de grupo. De hecho, sólo tiene esa conciencia. Abres la bolsa, intentas sacar un solo cubito y es imposible, están todos garrapiñados. Se hacen uno, como Unamuno, y forman un bloque gigante. Intentas meter el bloque en el vaso y no cabe. La única solución es tomarte el cubata en el bidé.
La población de bolsas de plástico ha ido creciendo tanto que ha tenido que organizarse en clases sociales. La reina de todas es la bolsa de El Corte Inglés; fina, elegante, de plástico del bueno… todo lo que metas en esa bolsa se dignifica. Puedes entrar en el Palacio de la Moncloa con un gato muerto, si va en bolsa de El Corte Inglés nadie te dirá nada.
Después de las bolsas de El Corte Inglés y las del supermercado están las bolsas de clase humilde, como esas verdes que no tienen marca y sirven para meter fruta, calcetines y abuelas. ¿No habéis visto que cuando empieza a llover las abuelas sacan una bolsa verde y se la ponen en la cabeza?
Jamás entenderé las fundas de los sofás. Por lo visto hay gente que dice: «Tengo un sofá horrible, pero no pasa nada, voy a ponerle una funda espantosa». ¿Qué pensará el sofá? «Soy tan valioso que me disfrazan de pordiosero para no levantar sospechas».
Las cintas están allí de exposición. ¿Quién compra una cassette en una gasolinera? Hay que estar muy desesperado para ir conduciendo y decir: «¡Necesito oír a María Jesús y su acordeón, necesito oír a María Jesús y su acordeón. En la próxima gasolinera paro, sin falta, y me compro una cassette de María Jesús y su acordeón».
La fotocopiadora es el único electrodoméstico que sigue teniendo el mismo tamaño que cuando se inventó. Es un aparato que sólo sirve para copiar un folio y tiene el tamaño de dos lavadoras adultas. Eso es como si la cafetera tuviera el tamaño de un surtidor de gasolina.
El lenguaje del gruñido era muy chungo, por eso ya casi nadie lo usa, sólo los conductores de autobuses:
– ¿Me puede avisar cuando llegue a la plaza de España?
– Grrr…
– ¿Que si me puede avisar cuando lleguemos a la plaza de España?
– ¡Que grrrr!
Lo cierto es que no todos los conductores de autobús hablan con gruñidos, sólo los que son amables.
Hay una frase que resume las reglas de todos los juegos del mundo: «No, es que en mi casa jugamos así». Dicho eso, dicho todo. Ya te puede pillar la poli jugando al tres en raya con cocaína. Tú los miras así, con las pupilas dilatadas, y dices: «No, es que en mi casa jugamos así».
La zambomba. Eso no es un instrumento digno. No estás escuchando a la Sinfónica de Berlín, y piensas: «Espera, espera, que ahora viene el solo de zambomba».
Nota: 6/10