Arxivar per 2013-03-11

zas

Zas! – Terry Pratchett (384 pàgines)

Des del juny passat que no llegia cap llibre de Sir Terry Pratchett! No sabíeu les ganes que en tenia! Però se que m’haig de reservar, perquè no crec que l’home aguanti gaire més temps podent escriure i si me’ls acabo tots de cop em posaré trist.
Passem al llibre en si. Es la setena novel·la sobre la Guàrdia de la ciutat, la que s’ha acabat convertint en la subsaga preferida dels fans, i crec que també la meva tot i que si agafem els llibres individualment n’hi ha de millors, però com a saga si, definitivament es la millor.
Els nans i els trolls no s’han portat bé des de… bé, no s’han portat mai bé i punt, però des de la llegendària batalla de la vall del Kloom la rivalitat es va tornar oficial, i cada any que es celebra l’aniversari de la batalla les relacions entre nans i trolls es posen molt tenses. A més a més, cal afegir que uns nans molt influents estan fent un mina sota del mateix AnhkMorpork, dirigits pel grag Chafajamones, i lamentablement aquest mort en estranyes circumpstàncies i el pitjor de tot es que totes les probes apunten cap a un troll. La Guàrdia de la ciutat ha d’intentar descobrir l’autèntic assassí mentre les dues minories ètniques més importants de la ciutat estan apunt de començar una guerra dintre de la pròpia ciutat que de començar s’acabaria extenent a tot el continent. Pobre comandant Vimes, trobar a faltar els dies senzills d’abans quan els problemes es podien solucionar fàcilment com per exemple només habia de fer-se carrec d’un enorme drac que podia cremar la ciutat.
En El Quinto Elefante els agents de la Guàrdia de la ciutat ja va quedar relegats en segon terme en front d’en Vimes, més descarat va ser en Ronda de Noche on pràcticament només en Vimes (o els Vimes…) era el protagonista absolut. Però tot i que Vimes continua portant el pes principal de la història, la resta de la guàrdia compleix un paper secundari molt important per la trama.
En conclusió, es un bon llibre de la Guàrdia, potser no el millor, però si per sobre de la mitja. Com sempre, si fos per mi la Mort tindria més protagonisme igual que el Patrici, que tot just apareix en dos moments puntuals.

Vimes lo miró fijamente. Nunca lo había pensado, pero sí… El pequeño y nervioso Otto, con su operística capa negra de forro rojo, llena de bolsillos para todos sus pertrechos, con sus zapatos negros relucientes, su impecable peinado con flequillo en pico y, no había que olvidarlo, su ridículo acento que empeoraba o desaparecía según con quién hablase, no resultaba amenazante en absoluto. Parecía cómico, un chiste, un vampiro de opereta. A Vimes nunca se le había ocurrido antes que quizá, solo quizá, los burlados eran los otros. Hazles reír y no tendrán miedo.

Aquel jersey era en verdad una prenda espantosa. Tenía un dibujo en zigzag que mareaba, de muchos colores extraños y desafortunados. Parecía algo tejido como regalo por una tía daltónica, el tipo de estorbo que uno no se atreve a tirar por si los basureros se ríen de él y le empiezan a volcar los cubos.

Se entreabrió con un chirrido. Cualquier puerta abierta por un Igor chirriaba. Era un truco suyo.

—A. E. Pésimo será más que aceptable, excelencia —dijo el inspector.
—¿La A es de…? —preguntó Vimes, apartando la mirada del tablón por un instante.
—Solo A, excelencia —respondió el inspector con paciencia—. A. E. Pésimo.
—¿Quiere decir que no le pusieron nombre, solo iniciales?
—Exacto, excelencia

Estar de pie observando al prójimo era, por supuesto, la principal industria de Ankh—Morpork. La ciudad era una exportadora neta de miradas penetrantes.

Empezaron a dedicar a Vimes la mirada universal de los centinelas de todo el mundo, que resumiendo dice lo siguiente: «El punto de partida es que estás muerto; solo mi paciencia se interpone».

¡Libro de objetos perdidos! En los viejos tiempos no lo tenían. Si alguien se presentaba quejándose de que había perdido algún objeto pequeño, bastaba con poner a Nobby Nobbs boca abajo y buscar entre lo que caía al suelo.

Los cordones policiales eran una raya en la arena. Decían: hasta aquí, y ni un paso más. Decían: aquí es donde está la ley. Supera esta línea y te habrás saltado la ley. Superad esta línea, con vuestras hachas enormes, vuestros descomunales manguales y vuestros pesados, pesadísimos garrotes con pinchos, y nosotros pocos, felices pocos, que estamos aquí con nuestras porras de madera, os… os… … vamos, que mejor no crucéis la raya, ¿vale?

—¿Qué haría si le plantease una pregunta directa, Vimes?
—Le contaría una mentira descarada, señor.
—Entonces me abstendré —dijo Vetinari, con una leve sonrisa.

—Desde luego tenemos que hablar con usted —dijo Zanahoria—. ¿Quiere un abogado?
—No, ya he comido.
—¿Come usted abogados? —preguntó Zanahoria.
Ladrillo le dedicó una mirada vacía hasta que hizo acopio del cerebro suficiente.
—¿Cómo se dicen las cosas esas que se hacen como pedacitos si te las comes? —preguntó.
Zanahoria miró a Detritus y a Angua, para ver si encontraba allí alguna ayuda.
—Podrían ser abogados —reconoció.
—Se ponen todas blanduchas si las mojas en cosas —añadió Ladrillo, como si llevara a cabo un análisis forense.
—Es más probable que estemos hablando de galletas, entonces —sugirió Zanahoria.
—Lo mismo sí. En un paquete todo envuelto en papel. Eso, galletas.
—Lo que quería decir —explicó Zanahoria—, era: cuando hablemos, ¿quiere que haya alguien de su parte?
—Sí, por favor. Todos —se apresuró a responder Ladrillo.

Había una multitud de enanos congregados delante del Yard. No parecían belicosos —es decir, no más que el aspecto automático de una especie cuyos miembros, por costumbre y práctica, llevan a todas horas grandes cascos pesados, cotas de malla, botas de hierro y una gran hacha.

Havia una ancha y rugiente poza de agua blanca y neblinosa que en cualquier otra parte tendría un nombre como Caldero del Diablo pero que allí era anónima porque aquello era el valle del Koom y para el valle del Koom no había diablos suficientes ni tenían bastantes calderos.

Nota: 7/10