Arxivar per 2017-09-14

Es possible que la setena temporada de Joc de Trons sigui la més previsible de totes, també es possible que sigui la més plena d’incoherències narratives, però també es possible que sigui la temporada que més mola de totes! Especialment els capítols quart, sisè i setè! Sense més preàmbuls avui toca espoilers de la setena temporada de Joc de trons a través de frases soltes dels informes humorístics que fa el Tipo de la Brocha de cada capítol, espero que això us animi a llegir els seus escrits sencers.

Jon ofrece a nuestro salvaje pelirrojo favorito, Tormund Matagigantes, la magnífica e irrepetible oportunidad de prestarse voluntario junto con el resto del pueblo libre para proteger Guardiaoriente del Mar, uno de los descuidados y ruinosos castillos de la Guardia de la Noche. ¡100% expugnable! “Entonces allí iré”, dice Tormund, que no conoce la palabra miedo ni muchas otras palabras igual de sencillas.

Jon le dice a Sansa que la próxima vez haga el favor de no llevarle la contraria delante de lores y damas, que bastante le cuesta ya imponerse cuando ella le saca dos cabezas de altura. “No siempre puedo llevar encima una caja de frutas a la que encaramarme, ¿sabes?”.

Qyburn, nigromante tunante, contesta que están trabajando en como enfrentarse a los dragones. Tan críptico que es el hombre y en realidad en lo único que han trabajado es en una ballesta extragrande. No digo que no sea efectiva, pero desde luego es poco original. Yo me esperaba un matamoscas gigante acoplado a una catapulta.

Simplificando un poco, y según lo veo yo, las opciones de Jon se reducen: a) aceptar la invitación de Daenerys y aliarse con un ejército ingente que cuenta con los mejores guerreros de Essos y sus propios dragones escupefuego (nota: los zombis no resisten el fuego), o b) rechazar la invitación y morir en inferioridad numérica e intelectual cuando lleguen los caminantes blancos. Opción c): ponemos un cartel de prohibido el paso delante del Muro y a ver si lo respetan. Y tú pensando que era difícil decidir entre desconectar o no a tu abuela de la máquina de respiración asistida.

“Amo a Sansa como a vuestra madre”, es la última frase que uno querría oír de un judas grimoso y manipulador (Petyr Baelish), si exceptuamos “Os advertí que no os fiarais de mí”.

Arya pide a la loba (Nymeria) que la acompañe, pero como una asesina profesional montada en un huargo sería demasiado guay para los estándares de HBO, Nymerya se vuelve por donde ha venido.

En la sala del trono, Missandei presenta a Daenerys a sus invitados en los siguientes términos: “Estáis en presencia de Daenerys de la Tormenta, de la Casa Targaryen. Legítima heredera del Trono de Hierro. Legítima Reina de los Ándalos y los Primeros Hombres. Protectora de los Siete Reinos. Madre de Dragones. Khaleesi del Mar de Hierba. La que no Arde. Y Rompedora de Cadenas. El color de su pelo es natural”. “Este es Jon”, anuncia Davos, un poco intimidado ante tanta ostentación. “Le queda bien la barba”.

Tyrion se reúne a solas con Jon en lo alto de un acantilado. En un tour de force interpretativo, Kit Harrington multiplica sus esfuerzos por mostrarse taciturno, como si tuviera algún otro registro, con esta cara no hay duda que está pensando “Creo que me he tragado otra mosca. Que no se te note, Jon.”

“¿Y qué sucedería si quisierais volver a casa?”, le pregunta Jon a Missandei. “Mi reina me ayudaría a hacer la maleta y correría tras el tren por el andén despidiéndose de mí. Os lo traduzco: Daenerys es buena chica. ¡Enamoraos!”. Este es el problema que tiene reducir el número de episodios por temporada, que no hay tiempo para desarrollar estas relaciones con naturalidad, sino que hay que embutírselas al espectador en la boca y empujarlas esófago abajo con un palo.

Cuando Arya aún era una niña desvergonzada con trastorno de hiperactividad y practicaba el tiro con arco en secreto, repitiendo el ejercicio una y otra vez hasta que por fin, un día, hizo diana. Y en ese momento de triunfo, su padre estaba allí para felicitarla. -Padre dio cuatro palmadas. ¡Cuatro! Estaba eufórico.

Meñique, conteniéndose apenas las ganas de retorcerse el bigote como un villano de opereta. -Disculpad que me oculte en las sombras. Es la costumbre.

¿Puede alguien decirles a Benioff y Weiss que ya nos hemos enterado de que Jon y Dany están hechos el uno para el otro para que terminen con este pésimo fanfic? Ya es malo que los personajes nos digan lo que otros personajes sienten en lugar de simplemente mostrárnoslo, pero clama el cielo que encima lo repitan en varios episodios por si no estábamos atentos la primera vez.

Desde lo alto del Muro, Dany otea el horizonte, esperando que Jon aparezca en cualquier momento montado sobre un brioso corcel blanco y con una caja de bombones bajo el brazo para disculparse por la angustia que le ha causado. Total, el sentido común se lo dejó en Essos y la esperanza es lo último que se pierde. Jorah, que entiende el pesar de su reina pero se está helando el culo, le dice que ya va siendo hora de teletransportarse a casa. Justo en el momento en que van a retirarse (¡más clichés!), un cuerno anuncia la llegada de un hombre a caballo. “Cartero comercial”, se oye una voz a las puertas.

Dany camina hasta su asiento como si aquello de llegar montada en un dragón fuera de lo más normal. “Iba a pedir un Cabify, pero se me ha acabado la batería del móvil”, dice.

Jon se levanta para resumir la situación: “Vienen los zombis y nos van a matar a todos”. Tyrion carraspea. “Ah, sí”, dice Jon, poniéndose sus gafas y sacándose unas notas del bolsillo. “Esta frase quedará genial en el tráiler. Os la leo: ‘Solo hay una guerra que importe: la Gran Guerra. Y ya está aquí’. Ni George R. R. Martin la hubiera escrito mejor, ¿eh?”.

La reunion de Cersei y Tyrion es una de las escenas mejor escritas del episodio y merece la pena verla aunque solo sea porque Headey y Dinklage hacen algo que ha sido casi anecdótico para ellos en esta temporada: actuar. El talento interpretativo de estos dos actorazos está tan desaprovechado que en la mayoría de episodios podrían haberlos sustituido por un par de calcetines viejos con botones cosidos a modo de ojos y nadie habría notado la diferencia.

Tormund Matagigantes y Beric Dondarrion están tomando el fresco en lo alto del Muro cuando el cuerno suena tres veces. Por si no recordáis lo que esto significa, os refrescaré la memoria: un toque, ha llegado la pizza; dos, el de la pizza va armado y alberga aviesas intenciones; y tres, el de la pizza es un caminante blanco y vamos a morir todos.